De Monseñor Oscar A. Romero
-Continuación-
El Espíritu Santo: Amor y Esperanza de la Iglesia y el concilio concluye así su maravillosa descripción de la actividad divina del Espíritu Santo en la Iglesia: «Y la conduce a la unión consumada con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la esposa dicen al Señor Jesús: Ven» (LG 4).
No podía ser otro el desenlace de una historia de salvación, proyectada por el Padre; realizada por su Hijo Jesucristo y llevada a perfección por el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, «con el fin de elevar a los hombres a participar de la vida de Dios» (LG 2).
La Iglesia peregrina no puede vivir sin esa tensión «escatológica» de su eterno destino. Sólo así, impulsada por esa esperanza de «la unión consumada», podrá ser enmedio de los hombres y de las realidades temporales, la «comunión jerárquica de fe, esperanza y amor» que sirve de instrumentos eficiente a Jesucristo. Maestro y Redentor, para comunicarles a su verdad y su gracia.
María, corona de nuestra reflexión
Colocamos nuestra esperanza de construir una Iglesia, según el corazón de Dios, bajo la inspiración y la protección de la Santísima Virgen María.
Ella es la obra maestra del Espíritu Santo. Por eso la Iglesia confiesa que en ella ya ha alcanzado la perfección, y que, glorifica ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, mientras en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor» LG. 65,69)
Con nuestra bendición.
Santiago de María, en la fiesta de Pentecostés,
Con nuestra bendición.
Santiago de María, en la fiesta de Pentecostés,
18 de Mayo de 1975
Oscar A. Romero, Obispo
Por su Mandato, Saúl David Rodríguez
Presbítero Canciller