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Págs. 9 y 42 DIALOGAR NO ES PACTAR

Por Monseñor Oscar A. Romero
Obispo Auxiliar de San Salvador

El día del Papa «nos encuentra este año en un ambiente de reacciones diversas ante el relevo de nuestras supremas autoridades civiles, pero esta circunstancia nos ofrece una oportunidad propicia para hacer -sin apasionamiento político ni sentimientos agresivos o demagógicos- una reflexión sobre el Ministerio Jerárquico de la Iglesia entre los pueblos y sus gobernantes.

«No existe ninguna potencia temporal, ninguna ambición de entrar en competencia con vosotros -dijo Pablo VI a todos los pueblos y gobiernos representados en el aula magna de la ONU-. De hecho no tenemos nada que pedir ni ninguna cuestión que plantear tan solo un deseo que formular, un permiso que solicitar; el de poderos servir en lo que es nuestra competencia, con desinterés, humildad y amor».
A la mirada de quien solo tiene en cuenta los intereses de una política temporal y terrena, puede esta presencia del Pastor entre los pueblos y gobiernos de la tierra, como una actitud servil, acomodaticia o «entreguista». Pero a quien trate de sopesar con el criterio de un pastor de la Iglesia, la presencia de la jerarquía entre los políticos, apreciará con mas verdad el hecho y evitará esa crítica injusta que hasta llega ala actitud subversiva contra la autoridad de la Iglesia y corrosiva de la unidad eclesial.

Desde su primera encíclica «Ecclesiam Suam»-carta magna del diálogo el actual pontífice describió las diversas posturas que la Iglesia podía adoptar frente al mundo; «reducir al mínimo tales relaciones procurando apartarse del trato con la sociedad profana…desarraigar los males que en ésta pueden encontrarse anatematizándolos y promoviendo cruzadas con ellos…o bien acercarse para intentar obtener influjo preponderante o incluso ejercitar en ellos su dominio teocrático…y así otras muchas maneras». Pero desde aquel primer momento de su pontificado Paulo VI, descartó todos esos procedimientos drásticos o interesados y comenzó a practicar y engañar el camino que ha dado el estilo de su pastoral: «parécenos, sin embargo, que la relación de la Iglesia con el mundo, sin excluir otras formas legítimas, puede configurarse como un diálogo…Así lo sugiere la madurez del hombre: capacitado por la educación civil para pensar, para hablar y para tratar con la dignidad del diálogo».

Pero conviene aclarar que para el papa del diálogo, éste no significa pactar o entregarse. «Nuestro diálogo» -explica- no puede ser una debilidad respecto al compromiso que tenemos con nuestra fe».

Para el Papa pues, el absentismo o el anatema no son los caminos más eficaces para vivir y cumplir el compromiso de la fe y del evangelio. Por los caminos del diálogo nuestros pastores se acercan a la «política de la Iglesia» que describió así el Concilio: «La Iglesia fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir, cada vez más, el radio de acción de la justicia y del amor en el seno de cada pueblo y entre todas las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la actividad humana con su doctrina y con su testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad política del ciudadano…

Es de justicia que puede la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias de orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o de la salvación de las almas» (GS. 76)

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